La precariedad del trabajo doméstico y del cuidado de personas
Cada mañana salen a trabajar un buen número de mujeres. No se dirigen a fábricas, talleres ni centros comerciales, sino que entran en nuestras casas para realizar tareas domésticas y de cuidado de nuestros familiares. Las incorporamos a lo más íntimo, pero ignoramos que su dedicación profesional se encuentra especialmente precarizada, sueldos bajos, desprotección social, riesgos laborales desatendidos. Una serie de inercias nos llevan a ello. No es nada extraño, no es culpa nuestra. Suele pasar que lo más cercano es lo que nos resulta más desconocido.
Sin embargo, las cosas están cambiando. En los últimos meses, el éxito de la multipremiada “Roma” de Alfonso Cuarón ha llevado la realidad de las empleadas de hogar a la alfombra roja, contando su propia historia, ya que su familia siempre contó con Liboria Rodríguez, mejor conocida como Libo, y que fue la empleada doméstica con quien Cuarón y su familia crearon un entrañable vínculo que fue mucho más allá de lo laboral. Hace un año, Meryl Streep daba notoriedad a sus reivindicaciones sumándose públicamente a ellas. En la ciudad de Barcelona, la actriz Leticia Dolera que pronunciaba el último pregón de las Festes de la Mercè, invitó al atril y compartió discurso con una destacada activista del movimiento. Estos hitos de gran relumbrón son la punta del iceberg de un trabajo persistente por poner en evidencia y en valor una realidad acallada. Trabajosamente, pero de manera incontestable, la precariedad del trabajo doméstico está deshaciéndose de la capa de invisibilidad que la cubría y se nos muestra allí dónde siempre ha estado, en nuestra propia casa.
En nuestro país, el trabajo de hogar se encuentra regulado por una legislación propia y tiene un sistema de protección especial dentro del Régimen General de Seguridad Social. Lo uno y lo otro confluyen en la creación de un marco normativo que desprotege a estas trabajadoras en un claro agravio comparativo con el resto de trabajadoras. Junto a esto, como sociedad arrastramos una concepción “low cost” del trabajo doméstico: cualquiera de nosotros le exigimos a la empleada doméstica, o a la cuidadora, que tenga la capacitación técnica necesaria y que sea de la más absoluta confianza. Es lógico que pidamos ambas cosas, pero a la hora de pagar el sueldo nos vamos a lo más barato. Nos dejamos llevar por las inercias del “low cost” y la desprotección. ¿Nos hemos parado a pensar alguna vez si se corresponde lo que pedimos con lo que estamos pagando? ¿Podríamos comparar los costes de este servicio con los costes de otros servicios que concertamos, y que no son tan imprescindibles ni afectan a aspectos tan íntimos de nuestra vida (pensemos en un fontanero, un entrenador personal…)?
La precariedad del trabajo doméstico y del cuidado lo tenemos dentro de casa y está a nuestro alcance ponerle solución. Si nos ha conmovido ver “Roma” de Cuarón, o los discursos de Meryl Streep que, además de actuar como nadie y quedar bien en cualquier papel, siempre lleva razón, podemos dar un paso más y empezar a transformar la realidad dentro de nuestra casa.
En Barcelona, la Coordinadora ANEM PER FEINA trabaja desde hace más de 20 años por la profesionalización del trabajo del hogar y los cuidados. Es una opción para intentar salir del bucle de la precariedad, una opción para empezar a transformar la realidad dentro de casa. ¿Te apuntas?
Deje un comentario