Las valientes mujeres que amaban a otras: Las lesbianas también se casaban hace más de 100 años
El pasado 8 de junio hacía 115 años que tuvo lugar la primera boda entre dos mujeres en Galicia, Marcela Gracia y Elisa Sánchez. Fue en 1901. Para conmemorar el Día da visibilidade lésbica galega, el candidato del BNG-Nós por A Coruña, Carlos Callón, participó en un acto frente a la Iglesia de San Jorge, donde ambas se dieron el “sí quiero”. El objetivo de esta concentración era homenajear el coraje de estas dos mujeres de principios del siglo XX y reivindicar la libertad sexual y la igualdad de derechos sin distinción alguna.
Marcela y Elisa fueron descubiertas, la justicia las persiguió y la prensa se ensañó con ellas. Narciso de Gabriel, catedrático y decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de A Coruña, investigó la historia en profundidad durante 15 años y el resultado fue la edición del libro “Elisa y Marcela” que publicó en 2010 la editorial Libros del Silencio.
Estas dos mujeres fueron precursoras del feminismo y de la lucha contra la discriminación sexual. Ellas se casaron en 1901 por amor y porque querían ser libres. Analizar o simplemente contar la historia del lesbianismo en nuestra cultura occidental no es cosa sencilla. El principal problema que encontramos en el análisis de la historia de las mujeres que amaron a mujeres radica en la dificultad de encontrar las piezas correctas del rompecabezas.
Para hablar de lesbianas que amaron a otras es necesario rescatar del olvido historias orales pero, sea por censura social, ha hecho que se sepa más de ellas por los escritos creados por hombres heterosexuales que las han analizado como sujetos clínicos, inmorales, morbosos…que por lo que las propias lesbianas han contado de ellas mismas.
En el Estado español los estudios hay que rescatarlos en el seno del movimiento feminista y lésbico de la década de 1980 que fueron capaces de impulsar un debate serio y una reflexión muy fértil con mujeres como Empar Pineda y Montse Oliván.
La identidad lesbiana específica surgió más tarde que la masculina; el desarrollo subcultural ha sido más lento y las propias formas de relacionarse son diferentes. La historia no ha sido pródiga contando casos sobre lesbianismo, y no porque no existieran, sino porque el pensamiento de occidente, la moral, las barreras religiosas, las creencias de la época, los miedos, han borrado de la memoria colectiva todo conocimiento que se pudiera tener sobre una orientación sexual que ha recibido muy diferentes tratamientos a lo largo del tiempo.
Hay una tendencia a suponer que todas las mujeres importantes del pasado fueron heterosexuales; en sus biografías se silencia el hecho de que tuvieran relaciones afectivas con mujeres, tal es el caso de Jane Addams (1860-1935 ) primera mujer que presidió la Conferencia Nacional del Trabajo Social en los Estados Unidos en los primeros años del siglo XX, de las relaciones que mantuvo con mujeres la escritora Emily Dickinson (1830-1886), la relación de Eleanor Roosevelt, primera dama de Estados Unidos en la década de 1930, con diversas amigas íntimas ha sido ocultada cuando no destruída. La lista es larga.
La más célebre y pionera de las mujeres lesbianas es sin duda Safo, la poetisa de la isla de Lesbos. Vivió en torno a los años 630-560 antes de C. Mujer muy admirada en el mundo griego por sus dotes humanas, líricas e intelectuales. Dirigía la Casa de la sirvientas de la musas, tenía carácter religioso y en ella las chicas se instruían en disciplinas como la danza, la música y la poesía que compaginaban las relaciones heterosexuales y lésbicas, sin que ello fuera motivo de escándalo o censura.
Safo acabó suicidándose tirándose al mar desde una peña, según algunos autores loca de amor por Faon, un joven despectivo, según otros es más probable que se suicidara por el amor de una mujer.
Ya en la época romana, en el siglo IV a JC. el historiador Plutarco entre otros, ha dejado constancia de la existencia de baños públicos diseñados para mujeres homosexuales femeninas, todas ellas perfectamente casadas, que eran satisfechas sexualmente por las esclavas felatoras mientras tomaban los baños, una institución muy reconocida en Roma.
Se sabe también de la existencia de bodas entre personas del mismo sexo, que Boswell en su libro “Las bodas de la semejanza” explica perfectamente. Estas bodas también se celebraban entre mujeres, estaban reguladas y se realizaban con un contrato igual que las bodas heterosexuales.
Con el cristianismo las referencias que se hacen al lesbianismo en la Biblia están sujetas a interpretaciones, tanto que en la Edad Media europea, siglos V-XIV, es muy complicado encontrar casos y datos historiados sobre las relaciones erótico-amorosas entre mujeres.
A largo de toda la Edad Media se popularizan en Europa los “Lais de Maria de Francia”. Los únicos versos explícitos de este período, entre mujer y mujer, provienen de dos monjas de un monasterio de Baviera.
Los Concilios de París (1212) y Ruán (1214) para evitar la tentación, prohibieron a las monjas dormir juntas y exigieron que una lámpara ardiese toda la noche en los dormitorios.
En el mundo secular, casi ninguno de los actos juzgados en Europa entre los siglos XV y XVI corresponden a mujeres: El lesbianismo era un caso por lo general silenciado.
En el Renacimiento, siglo XV, renovó el interés por las ideas de la antigüedad clásica y el tema del amor platónico recobró nuevos bríos pero el lenguaje en que se expresa no es menos erótico.
La amistad romántica entre mujeres se generalizó a lo largo de los trescientos años siguientes. Escritoras de diferentes épocas y culturas, como Madame de Staël, Mary Wollstocraft, Flora Tristán, Carolina de Gunderote… extrajeron fuerzas y estímulos de tales amistades.
En la Edad Moderna, hay que decir que nada se dice explícitamente en la literatura profana sobre relaciones sexuales entre mujeres hasta mediados del siglo XVII.
Conocidas en esta época son también Juana de Arco, (la doncella de Orleáns), la guipuzcoana Catalina de Erauso (llamada la monja alférez, aunque nunca llegó a tomar los hábitos ) y la reina Cristina de Suecia que abdicó en 1671 con tal de no casarse y cuyo papel retrató en una excelente película Greta Garbo.
La palabra lesbiana aparece por primera ver en una obra de Brantôme en el siglo XVI, éste hace una recopilación de poemas amorosos entre mujeres al que tituló “Las lesbianas” haciendo clara referencia a Safo de Lesbos junto a unos conceptos precisos: masturbación mutua, contaminación, fornicación, vicio mutuo, coito, copulación…
Sin embargo no será hasta los siglos XVII-XVIII cuando al calor de la Revolución Científica se crea una categoría, un concepto, especial para designar a mujeres que tenían relaciones eróticas con otras mujeres. Hasta entonces, y aunque nos cueste creerlo, no había ni homosexuales, ni lesbianas, ni heterosexuales como los conocemos hoy.
En el siglo XX la homosexualidad se castigaba con la cárcel y las bodas entre mujeres no tenían validez legal. Pero las fotos que han llegado hasta nuestros días demuestran las ansias de rebeldía y de enfrentarse a las prohibiciones de este grupo de mujeres. De ella poco se sabe así que queda a la imaginación pensar cómo fueron sus historias.
Fotos: Jeffrey Gent (Web Homo story) y editorial Libros del Silencio (de portada).
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