‘Tres kilómetros al fin del mundo’, colisión entre lo conservador y la homosexualidad

El director rumano Emmanuel Pârvu ha mostrado el pasado 23 de octubre con ‘Tres kilómetros al fin del mundo’ el relato de la colisión entre dos mundos, pues por un lado estaría presente una civilización conservadora y tradicional y, por otro lado, tendríamos a la homosexualidad encarnada en Adi, un joven que vive en un tradicional municipio del Delta del Danubio y al que dos jóvenes agreden al verle besar a otro hombre.

Durante este proceso, los progenitores de Adi le encierran en su habitación e incluso le atan con cuerdas para que el cura del pueblo le exorcice, ya que para sus valores tradicionales “ser homosexual es una enfermedad”.

Por estos hechos, los servicios sociales del Gobierno de Rumanía reciben una llamada anónima denunciando los malos tratos a los que padres de Adi someten a este. Así que, tras todo esto, comienza una investigación contra ellos como también, contra los agresores homófobos que le agredieron de una forma muy violenta.

Todo esto consta de dos civilizaciones que convergen y que saben que se necesitan mutuamente, ya que hay que considerar que en el municipio donde se ha filmado el largometraje es el único sitio de Rumanía donde se aprecia esta colisión durante los tres meses que dura el verano.

El director ha explicado que “siempre se señala a la minoría por serlo, no por ser persona”. Además, añade que “se va a insultar por la religión o nacionalidad, ya que como seres humanos siempre insultamos en esa dirección, a la minoría y no a la persona”.

Aunque alguna parte de la sociedad lo niegue, está claro que la homofobia sigue existiendo y esto va a colación de la cantidad de mensajes e insultos que recibieron en el momento del estreno de la película en Rumanía, pues dichas reacciones afirmaban que “allí no quieren ver películas gays”.

Es complicado combatir este tipo de mentalidades que siempre giran en torno a las minorías, y en el país rumano se va avanzando poco a poco en la dirección correcta, pero también es cierto que se necesita caminar más rápidamente con el objetivo de que no importe la orientación sexual o la nacionalidad.

En este sentido, Emmanuel Pârvu ha asegurado que hace 50 años “no se hablaba de estos temas en la época del comunismo o socialismo”. Por lo tanto, el director rumano espera que en los próximos 20 años “el tema de la homofobia se haya diluido y la sociedad se centre en otros puntos”.

Es por ello, por lo que el director ha recordado que la población “debería centrarse en otros asuntos, como las guerras de Israel y Ucrania, los plásticos, la economía o la infancia en África, en vez de centrarse en la orientación sexual y el color de la piel de las personas”.

En cuanto al ritmo de esta gran película, Emmanuel Pârvu ha señalado que “tiene vida propia”, pues en este caso ha decidido grabar utilizando una cámara fija y no con ella en la mano, debido a que “el ritmo de la película no debe ser muy agresivo, porque demanda planos amplios para contrastarlo con la estrechez de las mentalidades”.

Y, por último, ha explicado que para este largometraje se ha empleado una técnica que consiste en lo siguiente. Se inicia con algunos planos que están mal encuadrados apropósito con el objetivo de que si se deja la cámara quieta permites que los actores hagan su propia escena y aporte el plano perfecto.

‘Tres kilómetros al fin del mundo’ cuenta el relato de la colisión entre dos mundos: una civilización conservadora y tradicional, y la presencia de la homosexualidad encarnada en Adi, un joven que vive en un tradicional municipio del Delta del Danubio, y que tiene muchos problemas y sufre muchas injusticias solamente por su orientación sexual. Este filme tiene como objetivo principal el concienciar a la sociedad de que la homofobia sigue existiendo y que todo el mundo debe seguir avanzando, y no centrarse ni en el color de la piel de las personas ni tampoco, en la orientación sexual de ciertos grupos.